lunes, 29 de junio de 2009

90 kilómetros por hora en calle de ciudad



Corro. Acelero hasta pasar el Fiat que parece andar distraido por medio de la calzada. Los autos que vienen de frente me encandilan pero las dos líneas amarillas me resguardan de que no se vengan encima. Lo pasé. Acelero porque allá al final el verde me incentiva.
Por la izquierda queda atrás un Ford Taunus y casi al mismo tiempo, a mi derecha, una bicicleta. Bicicletas no deberían haber, o deberían tener su calle aparte, estorban; más aun si me insultan cuando les paso cerca: para llegar al verde.
Lleva tiempo encendido, parece que no voy a llegar, por las dudas acelero, está frío, las piernas, qué mirás pelotuda, cómo no tengo una moto más grande, vamos, dale, dale que cambia. Piso poso, y eso me hace trastabillar. Cambió.
El semáforo está en rojo. El hombre de la moto insulta dentro de su casco, si no hubiese tenido que esquivar la bicicleta o si al menos la hubiera obligado a tirarse a un costado, el hombre hubiese podido pasar. Ahora tendrá que esperar 30 segundos.
La cosas nos ven pasar.

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