lunes, 28 de septiembre de 2009

Barrio Flores: Samuel

Este es un poema que integra un corpus literario que he empredido.
Poniendo el alma y el cuerpo, poniéndome, dentro del barrio que lleva ese nombre primaveral (sólo se explica su nombre bajo la figura contudente de la ausencia: sólo tierra, seca tierra y piedra), entregándome al placer de las cervezas y panchos con queso y salchichón primavera, comunicándome con la gente a costa del cuerpo, traduciendo una jerga que habla de distancias insalvables, de agresiones recibidas, de persecución y de silencio, más que silencio es un sinsentido del decir: lo invisible también es mudo; hoy se está construyendo en torno al barrio un muro que evitará el desagrado estético que causa y el contraste, acusador, que se produce con el campo universitario.
Después del punto y aparte sólo los ojos siguen hablándote, hundíendose en tus intenciones, desconfíando del "bien vestido", temiéndo al "de gorrita". Destrás de las trincheras: dos hombres se encuentran tan miserables el uno como el otro, y logran hacerse compañía. Este es mi agradecimiento.
Una guitarra dignifica la tarde a orillas de la universidad, mientras yo vuelo en busca de palabras que condensen tanta humana vida marginal...
Hacer de la piel de uno un abanico inacable de existencias. Vivir.


Samuel

Samuel de tarde no trabaja,

le hace el aguante

a los más pibes en la cancha.

Madruga para llenar los termos

con medidas de aliento que tomarán

los albañiles a media mañana.

Moneda más moneda se va el día.

Dos sánguches son un almuerzo, dos más

un porrón, dos más la substancia.

A las seis de la tarde comienza la vida,

que sale más caro por cierto:

(Quien se queda ciego, sólo vuelve

a las imágenes durante el sueño)

seis sánguches más le cuesta la vida.

Samuel consume el tiempo,

lo retiene,

Lucha contra pulmón

para que no se escape,

Minuto a minuto sin embargo,

caen las cenizas.

Se quemará los dedos por su causa.

La risa.

Samuel camina por la orilla y

con el carrito se gana su pedacito de muerte.

La dignidad la he visto en sus ojos:

hasta las seis de la tarde,

su pasiente espera.


jueves, 20 de agosto de 2009

¿Has escuchado hablar al mundo?

A vos: Anabella, a lo que sobrevive
de vos debajo de tu nombre
.

¿Has escuchado hablar al mundo?

¿A sus cosas?
¿Acaso el silencio afuera no asusta?
¿El ruido o la calma o el rumor de las hojas?

Estamos hechos de esa ausencia
insignificantes.
Mendigando vientres ahorrando soledades
‘amor’ ‘compañía’ ‘nosotros’ ‘hambre’ decimos
con palabraspobres palabras.

¿Cómo te digo, mujer de todos los nombres,
que esta noche el mundo,
mi cuerpo y hasta mis cuerdas vocales
me han orillado?

Tan cerca estás aunque al margen.

Nostalgiado de la palabra primitiva,
una palabra frutal,
me angustia esta distancia.

El ritmo de tu cuerpo maneje el verso
que agobiado escribo:
el latido del mundo (su música)
nazca en tu pecho.

viernes, 7 de agosto de 2009

Algo anda mal...


Campera, bufanda y guantes, agarro la bicleta. Voy a prescindir de cualquier mensaje. Recorro las primeras calles tarareando Gardelitos y después me cuelgo en el andar de la gente, sus historias, mis historias las que les invento, las que llevan pesándoles en la cara. Pienso sólo lo necesario para elegir las cuadras que me lleven a las casas de mis amigos. El viaje no es largo, el viaje es placentero, el viaje a veces es una odisea solitaria. Pero hoy no es 16 de junio. Toco timbres que parecen no sonar, me atienden madres que excusan ausencias y las puertas me ponen caras de puertas para decirme que no están los dueños.
Vuelvo sobre mis ruedas y enfilo hacia mi casa, como quien vuelve a su madre ofendido, a refugiarse de los injustos. A casa, a la música, a mis libros. Será. Me saco campera, bufanda y guantes, dejo la bicicleta.
48 conectados a Facebook. Acá están, al fin.

viernes, 24 de julio de 2009

Escéptico


Día en que la vida pasa como un tren, ajeno. Él lo ve pasar, sentado en un banco de plaza. Es el día mismo pero detrás de un vidrio. Está lejos de la vida, sentado en el banco de plaza.

Fatalidad de un perro muerto. Catorce años de mascota, y un tumor. Estamos y luego no. Rengueamos una artrosis, convivimos en secreto con un tumor, y festejamos la llegada de nuestro dueño. Se murió la Berta. Se encontró con una vieja amiga. Pero está en un banco de plaza, mirando la vida como a un tren. Recordó todo el día: viejos compañeros de escuela, maestras, momentos con su mascota. Fumó un cigarrillo y escuchó un sermón, Testigos de Jehová, y él que no tenía certidumbres: la muerte, los recuerdos, Dios dónde está.

Hace frío. Se abriga un poco con la bufanda. Piensa boludeces sin principio ni final. Observa las manos curtidas de una mujer que vende flores: llegar a la noche con la comida puesta y mañana volver a empezar, a pesar del frío.

Sacó de su bolsillo un chocolate. Lo mordió. Dicen que el chocolate nos produce la sensación más parecida a la felicidad. Saboreó lo dulce. Fue feliz. Se terminó el chocolate. La vida como un tren que se va, la luz que se aleja.

Qué absurdo: el fin de la vida viene en papel de golosina y se va por el inodoro. Abrochó la campera y exhaló humo de frío. Caminó sin tiempo.

lunes, 6 de julio de 2009

Una historia universal


Fumarme un cigarrillo me sentaría bien, aunque no fumo. Recuperar la respiración, poco a poco, hablar, al menos una palabra, che:
-Qué lindo ¿no?-
Sí, me dice ella. Lo dirá pero está en otra cosa, quizás en la misma que yo. Pensando en ella, en su rosca y en mí, qué linda está. Las piernas. Suaves. Suave su mejilla. Pará de respirar, la vas a atormentar, ella ya está bien.
-Me fumaría un cigarrillo-
-Yo no-
Me encanta cómo es, viste qué sinceridad. Limón, no, no le digas eso, ahora no da. Pasividad. Olor, el olor, ese olor, por el olor me voy a acordar. En un lugar, leí que la gente para despertarse se dice recuérdenme a las nueve, qué estas pensando boludo. Primera vez. No, por Dios no te podés apoyar así, me vas a matar...
-¿Tenés frío?
-Un poco-
Qué pena que no tengo calefacción, lo entenderá, el chiste de ... no, no. Está mirando hacia algún lado, mira hacia adentro, ¿recordará?Después de todo para ella es importante también. Vos sos el pensativo, se debe estar aburriendo.
-Qué lindo que sos- dijo la chica.
Me muero, pensó él.
Voces y palabras que superpueblan ese mundo reducido que nace en los asientos traseros de un auto con los vidrios empañados.

lunes, 29 de junio de 2009

Mala impresión

En Argentina hubo elecciones. La democracia, sistema de gobierno tan vapuleado, mujer tantas veces manoseada, estaba en movimiento manifiesto.
Los gendarmes, con largasfriascrueles armas en la espalda, trasladan las urnas. Vigilan todo por seguridad (?).
Sabido es que el hombre es hijo del rigor y padre de la estupidez.

(Lamentablente el buscador de imágenes de Google no arroja fotos correctas para la suma de los siguientes término: "gendarmería"+"elecciones"+"urnas"+ "democracia")

90 kilómetros por hora en calle de ciudad



Corro. Acelero hasta pasar el Fiat que parece andar distraido por medio de la calzada. Los autos que vienen de frente me encandilan pero las dos líneas amarillas me resguardan de que no se vengan encima. Lo pasé. Acelero porque allá al final el verde me incentiva.
Por la izquierda queda atrás un Ford Taunus y casi al mismo tiempo, a mi derecha, una bicicleta. Bicicletas no deberían haber, o deberían tener su calle aparte, estorban; más aun si me insultan cuando les paso cerca: para llegar al verde.
Lleva tiempo encendido, parece que no voy a llegar, por las dudas acelero, está frío, las piernas, qué mirás pelotuda, cómo no tengo una moto más grande, vamos, dale, dale que cambia. Piso poso, y eso me hace trastabillar. Cambió.
El semáforo está en rojo. El hombre de la moto insulta dentro de su casco, si no hubiese tenido que esquivar la bicicleta o si al menos la hubiera obligado a tirarse a un costado, el hombre hubiese podido pasar. Ahora tendrá que esperar 30 segundos.
La cosas nos ven pasar.